Conocerse en situaciones extraordinarias es un ejercicio de crecimiento personal que nos sirve para retos extraordinarios, como el de afrontar un post-confinamiento. Sin duda, esta situación es una oportunidad para cambiar nuestro paradigma sobre la vida y la muerte, sobre lo necesario y lo superfluo.
Continuando con las reflexiones que emergen del confinamiento, destaco otra que está relacionada con lo experimentado durante esta cuarentena. Esta reflexión cobra un cariz más intenso promovido por la imposibilidad de seguir la inercia de nuestras frenéticas vidas y la cercanía con la muerte.
Mirar de frente a la muerte es una invitación a sopesar la vida que tenemos y que deseamos tener. Y por otro lado, la parada obligatoria nos confronta con lo que teníamos antes y que durante el confinamiento carecíamos. Con esta realidad que hemos vivido, a pesar de no ser en absoluto deseable, podemos o bien borrarla y retomar nuestra vida como si hoy fuera marzo de nuevo, o bien podemos rescatar algo para que nos sirva en nuestros caminos. ¿Cómo aprovechar esta parada? Hacerse preguntas y dedicar un tiempo a responderlas puede ayudar. Yo me he hecho estas.
¿Qué he echado de menos durante esta etapa?
He escuchado a muchas personas recriminarse no estar “siendo capaz” de llevar a cabo la rutina recomendada por expertos, o realizar todas esas actividades creativas o enriquecedoras. Me parece un error hacer una lectura negativa de ello. En mi opinión solo reflejan que se pueden tener necesidades diferentes en una misma situación y que en este caso no correspondía con las de otras personas. La exigencia de “hacer bien el confinamiento” ha despertado muchos sentimientos encontrados, porque se ha revelado el deseo o la ausencia de él frente a la “perfecta cuarentena”. En realidad, es un modo de conocerse y aceptarse solo depende de uno. Además, hay un componente volitivo en todo esto, que puede ayudar a entender que haberlo vivido de otro modo a lo sugerido por expertos no se trata solamente de tener necesidades distintas. Hay aspectos que tienen que ver con lo volitivo, aquello que uno hace desde su libertad de elección por propia voluntad y apela al deseo. Y esta cualidad necesaria para la motivación se ha visto interferida en este contexto no elegido y privado de libertad. La productividad durante esta etapa es una de las protagonistas afectadas, la cual puede que no haya estado en su máximo rendimiento. Y es que la productividad en todos los ámbitos se alimenta, entre otras cosas, de este componente volitivo y momentos de distensión. De cara a la productividad en la empresa, me surge hacer referencia a la necesidad de ofrecer espacios de distensión y recreo personal, así como diseñar estrategias de motivación complementadas con flexibilidad y cierto margen de capacidad de elección para los empleados, para favorecer esa productividad y que la tarea desempeñada tenga algo de libertad creativa de su autor.
¿Qué he descubierto de mí durante esta parada?
Esta responde a las habilidades y competencias a las que tal vez no prestamos atención habitualmente. Pero también pone de manifiesto dificultades en nosotros que no conocíamos. La ventaja ahora está en que hemos tenido que convivir con ellas y mirarlas de frente y hemos experimentado cómo actúan en nuestra persona, y es más fácil que no interfieran en los propósitos si sabemos qué piedras están en el camino. El siguiente paso es poner en práctica esas cualidades y empezar a investigar cómo subsanar las dificultades detectadas. Seguramente, durante el propio confinamiento, ya ha habido avances en este punto.
¿Qué he descubierto de mi entorno más cercano?
Esta me ha respondido a los que pueden ser mis futuros apoyos o por el contrario quiénes pueden interferir en ese camino que quiero emprender. Me parece interesante diferenciar entre una persona que no haya respondido como se esperaba y entre una persona que haya actuado de un modo tóxico, robando energía. Entender a las personas que no han respondido como se esperaba también es un ejercicio de empatía que puede ayudar a crecer como persona. Las expectativas suelen ser malas amigas en todo tipo de relaciones. También se puede pensar en cómo ha sido nuestra respuesta para otros y sopesar el lugar qué hemos estado ocupando, qué relevancia ha tenido y si es de ese modo como nos gustaría estar. Pensar en ello y hacerlo consciente puede llevarnos a disfrutar mejor la relación con las personas que nos importan y contar con ellas para este camino.
¿De qué he disfrutado en esta etapa?
Esta pregunta tiende a ser arriesgada en especial leída desde el legítimo enfado y frustración, pero te invito a que le des una oportunidad. Cuando me hago esta pregunta y descubro que sí he sido capaz de disfrutar de algo y además impensable para mí, me aporta confianza en mi capacidad para conocer otras formas de disfrutar aunque no fueran las que hasta ahora conocía; no me ata a lo que conozco. A veces nos podemos encorsetar en unas formas de placer y no probamos a descubrir otras; abre posibilidades.
¿Qué te ha emocionado en este periodo?
Es casi obligatorio darle un espacio a las emociones ya que el tono durante este periodo ha sido especialmente alto. La reflexión ayuda al autoconocimiento y está claro que para que pueda estar mejor elaborado es conveniente acompañarlo de un profesional. Si la situación ha revertido de un modo traumático lo más importante es buscar apoyos en profesionales, o bien a nivel terapéutico o en los recursos que puedan orientar en las necesidades más básicas que emerjan de esta situación. Sin embargo todos podemos darle un espacio en un momento dado y descubrir algunas cosas de las que no éramos tan conscientes. Propongo detenerse en algunas emociones como la tristeza, ira, alegría, asco, miedo, vergüenza, amor, sorpresa, ansiedad. Hay múltiples escenas en las que posiblemente hayas sentido algunas de estas.
A modo de reflexión me he detenido en algunas y me ha sorprendido encontrar más emociones positivas de las que esperaba, tal vez aparecieron con más sutileza, pero hacerlas consciente las ha hecho más potentes. En cuanto a las más negativas, me he preguntado qué pienso acerca de aquello que me causa tristeza o ira y qué pensamiento alimenta ese sufrimiento. Sacarlo de mí para darle consciencia, a través de la palabra, la escritura, el dibujo, la escultura, la música, el baile…, me ayuda a acompañar esa emoción sin darle más intensidad de la que se merece, y tal y como propone Rumi en su poema “La casa de los huéspedes”, recibirla. La historia que nos contamos acerca de lo que vivimos orquesta nuestras emociones y podemos empezar con pequeñas cosas que no hayan sido especialmente traumáticas. Si lo que subyace a estas emociones son situaciones de pérdidas o de situaciones creadas donde el emergente es de primera necesidad, puede precisar de ayudas profesionales para poder elaborarlo, pero sobretodo tiempo. La muerte en nuestra cultura occidental es prácticamente un tabú, mientras que para el budismo la muerte no acaba con la vida, o en África el rito de transición para el fallecido es lo que intensifica la vida del que se queda… y muchas más interpretaciones distintas, que hacen más amable la pérdida de un ser querido, que ya es un proceso sumamente doloroso per se. A esta circunstancia se añade la imposibilidad de realizar un ritual de despedida, por lo que cobra especial importancia poder elaborar uno que nos ayude a dar paso al duelo.
Hay disciplinas como el Mindfulness que te invitan a abrazar tus emociones negativas y contemplarlas con amabilidad y proponen que esto ayuda a elaborarlas. Sin embargo, pretender conseguir todo esto a la primera es irreal, ya que es un entrenamiento que empieza por prácticas pequeñas y diarias, requiere de un aprendizaje, tiempo y disciplina, pero en especial compromiso. En torno a los discursos que protagonizan nuestros relatos, la distinción entre el dolor y el sufrimiento, me parece especialmente oportuna en esta circunstancia. Ante una escena traumática vivida hay dolor, que se describe como algo físico y con respuesta biológica en tu organismo. Y hay sufrimiento, que es la que se ve intensificada por aquello que pensamos, aquello que nos contamos y que tiene un peso cultural (macro y micro) muy potente. Pensar en esto puede ayudarnos en nuestro autoconocimiento e incluso llevarnos a una reflexión más profunda acerca de nuestras creencias que vienen dadas por el contexto cultural en el que crecemos y en qué medida nuestras creencias contribuyen o no a nuestro bienestar.
Conocerse en situaciones extraordinarias es un ejercicio de crecimiento personal que nos sirve para retos extraordinarios, como el de afrontar un post-confinamiento. Sin duda, esta situación es una oportunidad para cambiar nuestro paradigma sobre la vida y la muerte, sobre lo necesario y lo superfluo.
A modo de conclusión diría que incluso en donde menos lo esperas puede surgir vida, en cualquiera de sus formas, por muy inhóspito que se aprecie el paisaje que contemplas.