La vocación es más que la confluencia de nuestras aptitudes, intereses y gustos; supone un pilar importante de nuestra identidad, que hace referencia a quiénes somos y hacia dónde queremos ir. No es algo con lo que naces, si no que se va conformando al mismo tiempo que vamos evolucionando. Es un proceso que requiere de conocerse mejor. No hay una única forma de descubrirla y no es algo que cuando descubres tenga que ir de la mano de fuegos artificiales. En cada uno se vive de un modo distinto y para cada uno significa una cosa distinta. Pueden ser una o varias. A continuación comparto unos tips que pueden guiarte para que emprendas este camino.
1. Olvídate del famoso mercado laboral
Al menos de momento. Cuando pensamos en vocación automáticamente la mente se nos va a una “profesión”, lo cual te puede encorsetar en esta fase de autoconocimiento. Y aunque hablar de la vocación es un camino para pensar en la profesión, no tiene por qué estar relacionado. Una persona puede tener claro que quiere un puesto de trabajo que le de status y dinero, pero no sentir mucha afinidad con este y buscar su autorrealización a través de otras actividades fuera del marco laboral. O puede ser que mantenga un puesto de trabajo porque le ofrece un buen horario, estabilidad económica y poca dificultad y lo complemente gracias a ese horario con otro que sí le proporciona ocasionalmente beneficios, y que realmente atiende a su vocación. En mi opinión, empezar a explorar la vocación utilizando las profesiones que hay es empezar la casa por el tejado, es cortar alas, es limitar potencial, es poner barreras a nuestra creatividad. Ahora existen muchas profesiones que antes no había gracias a que esas personas no se quedaron sólo con las posibilidades que ya existían. Que no sugiera empezar por aquí no quiere decir que no se puedan utilizar, ya que crecemos con modelos profesionales. Pero al menos date esa oportunidad creativa y que estas ocupaciones sean solo una referencia más.
2. La vocación está en permanente construcción
Lo primero que tienes que saber es que es algo dinámico, es un proceso que nos acompaña toda la vida. Esta es la buena noticia; tomar una decisión en base a lo que te hace palpitar en una etapa concreta no tiene por qué ser determinante, a no ser que lo sientas así. Está influenciada por las experiencias que tenemos, como el juego, las aficiones, las experiencias formales y, por supuesto, las culturales. A medida que nos hacemos mayores pasamos por distintas fases y vamos sumando vivencias que pueden consolidar o, por el contrario, encaminar a nuevas pasiones.
3. Saber qué te gusta y qué se te da bien
A modo de pista, lo que nos gusta produce en nosotros emociones del orden de la alegría, que nos llevan a estados de satisfacción. Son cosas que hacemos con agrado, gozo, placer, que no nos dan pereza y que cuando las hacemos aportan bienestar. Otra pista, es que mientras haces eso el tiempo vuela y fluyes. Es aquello que te inspira.
Y lo que se nos da bien tiene que ver con el talento, que pueden ser varios. También puede pasar que lo que se nos da bien nunca lo hemos pensado como un talento, porque opinemos que no “sirve” para nada. Para que no interfiera en tu lista de habilidades procura no pensar en para qué sirve, al menos de momento.
Todas las personas tenemos un talento, lo importante es que reflexiones más allá del contexto académico y mediático en el que crecemos, o más allá de los estándares que se fijan para valorar si somos aptos o no a través de un test de “inteligencia”, que solo mide una pequeña parte de tus cualidades. Fíjate en tu creatividad, tus aptitudes kinestésicas, tus habilidades interpersonales e intrapersonales, tu faceta artística, además de las más convencionales. Y si consideras que hay alguna más que no está aquí… A por ella!.
Esta sensación que proporciona hacer lo que gusta y se da bien no excluye momentos en los que haya frustración, así que no descartes algo porque en algún momento concreto te hayas sentido así.

¿Cómo puedes saber cuál es tu talento y qué te gusta?
- Puedes apoyarte en personas cerca de tu entorno y preguntar qué opinan sobre lo que se te da bien, en qué creen que destacas, donde notan que disfrutas más, con qué te brillan los ojos cuando hablas, etc. O bien, cómo te ven, qué te define ante su mirada y que argumenten en qué hecho se basan para opinar eso; cuando alguien nos describe suelen hacer referencia a cualidades o dificultades que nos dan pistas para conocernos mejor.
- Otra forma puede ser observarte en las cosas cotidianas: tú en estado natural. Lo que haces en casa, dónde prefieres ir, cómo lo haces. Observarte mientras te relacionas con amigos o con desconocidos y con quién eliges hacerlo. Cuando disfrutes de tu ocio; qué te gusta leer, qué películas te gustan, qué lugar ocupa el deporte para ti, por ejemplo, O de la actividad académica que estés haciendo piensa con qué asignaturas disfrutas y qué es lo que te gusta de ellas. O bien, si trabajas observa qué tareas haces sin esfuerzo, si eliges hacer siempre las mismas, o con cuáles se te pasa el tiempo rápidamente.
- También puedes reflexionar sobre el lugar al que te llevan tus sueños. Cuando estás haciendo algo que no quieres ¿con qué sueñas?, o puedes descubrir que no lo quieres porque siempre que estás ahí tu cabeza se evade, y tener conciencia de que algo no gusta ya es empezar por algo.
- Deja volar tu imaginación hacia el futuro; quién te gustaría ser mañana, qué lugar ocuparías, qué te imaginas haciendo, cómo te gustaría que fuera.
- También te invito a que mires en tu pasado. Haz un recorrido por la infancia y por la adolescencia. Pregunta a tus padres o hermanos, amigos, haz un esfuerzo por recordar a qué te gustaba jugar, cómo lo hacías, quién querías ser cuando interpretabas un rol, quiénes eran tus ídolos, etc.
- Otro modo que te puede guiar cuando te pierdes es pensar en lo que no te gusta y en lo que no se te da bien. Y empezar a descartar.
- Y si consideras que te faltan experiencias y ámbitos de exploración, ya sabes lo que puedes empezar a hacer: explorar. Introdúcete en nuevas “tribus”, donde puedas valorar si conectas con ellas o no.
Cuáles pueden ser todas esas habilidades personales de las que hablo
No soy partidaria de ofrecer una lista de cualidades, por la simple razón de que no soy partidaria de que te encasilles en una, sin que haya habido un proceso de reflexión y observación por tu parte, haciendo consciente tus habilidades a través de tus experiencias. Mi consejo, para que trabajes sobre esto, es que empieces por describir qué cosas haces bien o con las que te sientes más a gusto y luego le pones una cualidad al lado. Internet está lleno de diccionario de competencias y cualidades, así que no necesitas otro post con otro listado.
4. Tu actitud te da otra pista
Este punto es fundamental. Valora qué actitud tienes frente a lo que te gusta o se te da bien. Puede ser que te apasione algo que no se te da tan bien como esperas, pero si eres constante ir desarrollando habilidades para poder hacerlo con el talento que esperas y acabar teniendo competencias. O, por lo contrario, que algo se te dé bien, pero no te guste lo suficiente como para llevarlo a cabo. O bien, puede ser que te apasione algo pero no para desempeñarlo, sino para disfrutarlo como espectador.
5. Genera oportunidades
Aquí hago referencia a las oportunidades que se nos brindan de forma natural, desde el marco cultural más amplio hasta el más cercano a lo cotidiano, como lo puede ser el núcleo familiar. Lo que nos gusta y se nos da bien está influenciado por el entorno en el que crecemos, desde el lugar geográfico, el aspecto económico, los modelos profesionales con los que crecemos, las aficiones de nuestro entorno…etc. Pero nada de esto es determinante. Y no lo es porque hay otros factores que tienen que ver lo individual. La diferencia entre tener la oportunidad y no tenerla está en generarla. Pasar a la acción para generar oportunidades y poder experimentar, explorar, conocer y observar es lo que define realmente tus posibilidades. No te quedes sólo en lo que conoces. Para hacer esto hay que dejar de pensar el mundo tal y como se nos plantea e ir más allá. Y este punto está directamente relacionado con el anterior, con tu actitud.
Lo más habitual es que haya una expectativa profesional si estás pensando en vocación o viceversa. Pero también puede ocurrir que descubras que tu vocación tiene para ti un significado especial que no deseas mezclar con lo laboral, y dejarlo como tu espacio de recarga energética sin que se convierta en tu fuente de ingresos. Trabajar en tu vocación es una ventaja pero no es la única opción. Hay muchas variables que pueden intervenir en la motivación para mantener tu trabajo si este no corresponde con tu pasión y vivir en armonía con otras facetas de tu vida ayuda a sostener esa motivación.
Para que tu vocación tenga un sentido en tu vida tienes que relacionarla con las expectativas que tengas y emprender acciones. La vocación es la que puede guiarte en tus decisiones, además de ser tu motor en las iniciativas que tengas y que te hacen sentir autorrealizado/a, satisfecho/a y feliz.